La existencia de perros alanos en España data de hace varios siglos, aunque no está muy claro cuál fue su origen. Algunos creen que esta raza de moloso fue extendida por Europa por los alanos en el siglo IV y que fue llevada a la península Ibérica y al norte de África por los vándalos en el siglo V.
En 1350 publica el rey Alfonso XI su Libro de la montería, y en el siglo XV se publica el Tratado de la montería, anónimo, en el cual se realiza una profunda descripción somática del perro. Cuando se hablaba de perro alano, todos sabían que se trataba de un presa corredor que para justificar su nombre debía reunir determinadas características: con cabeza fuerte, de proporciones longuilíneas, grupa alta y buenos huesos. También su carácter quedaba claramente definido por su función de perro de agarre; «no tomando por hambre ni por premio, sino por naturaleza derecha que le dio Dios» (hoy lo llamamos instinto de presa). De lo que no cabe duda es de que estos perros estaban muy extendidos, como lo prueba su aparición en pinturas, por ejemplo los alanos que plasma Velázquez en La cacería del hoyo, que se encuentra en la National Gallery de Londres, los de Goya en su Captura de un toro o los de un grabado del romántico francés Blanchard. Asimismo son nombrados por Cervantes y Lope de Vega «Alanos de los tercios». Se cree, según la hipótesis más probables, que llegaron a la península Ibérica acompañando al pueblo alano, poco después de la caída del Imperio Romano, sobre el siglo V. Se trataba de ejemplares robustos y primitivos, los alanos utilizados principalmente para la guerra, la caza y la ganadería. Más tarde, sus inmejorables cualidades psicofísicas (robustez, valentía y lealtad) hacen al alano jugar un notabilísimo papel como miembro de los ejércitos españoles, especialmente durante la conquista del continente americano. Las primeras referencias escritas sobre el alano aparecen en el medievo, de la mano de Gonzalo de Berceo, en 1247. Datos más completos los encontramos en 1347, en el libro de la montería, de don Alfonso XI El justiciero. Otras menciones de importancia sobre el alano digna de mención se produce en Utrera en 1603, por parte de fray Francisco de Tamayo. En la conquista del Nuevo Mundo desempeñaron un papel fundamental los perros, animal desconocido por los indígenas. Éstos, sumados a los caballos, armaduras y arcabuces contribuyeron al triunfo. Fueron el terror de los nativos. Así, los relatos de la época no escatimaban descripciones impresionantes como las siguientes:
El fraile Bernardino de Sahagún refiere testimonios de indios atacados por «perros enormes, con orejas cortadas, ojos de fiera de color amarillo inyectados en sangre, enormes bocas, lenguas colgantes y dientes en forma de cuchillos, salvajes como el demonio y manchados como los jaguares».2 La descripción tiene un inevitable tono de admiración y temor; no olvidemos que en la época precolombina (antes del arribo de los conquistadores) los indios poseían perros de pequeña talla y cuerpo menudo. De esta suerte, los indígenas denominaron a los canes de los españoles una «diabólica invención».
De Bartolomé Colón y Fontanarossa, hermano del descubridor y adelantado y gobernador de La Española, dicen las crónicas que empleó 200 hombres, 20 caballos y 20 alanos; fue el «debut» de los alanos en la Conquista de América. El alano es avalado principalmente por su enorme valentía, haciéndose especial mención a la hora de enfrentarse con el jabalí, despreciando incluso su propia vida. Durante estos siglos sus funciones han variado poco: perro de guerra, ganadero (especialmente para el bovino), caza mayor y guardería. Es en el siglo XVIII cuando aparecen los primeros testimonios escritos del alano, sobre su participación en la fiesta del toro bravo.
Sus cualidades traspasarán las fronteras españolas, llegando a ser muy significativas las exportaciones, tanto al continente americano como a países de Europa, como Francia, Inglaterra o Alemania, con el fin de mejorar sus propias razas, especialmente el bulldog inglés y el dogo de Burdeos. Incluso la prensa internacional se hace eco de sus características, tal y como ocurrió en 1873 en la prensa británica, donde se describe minuciosamente a un ejemplar de presa español (alano) llamado Toro, diciendo así: «...luchando sujeta a su adversario únicamente por la cabeza, es silencioso e inmune al dolor...». A finales del siglo XIX o principios del XX, comienza el declive del alano, motivado por múltiples factores: exclusión de los ejércitos, cambios en la tradición de la montería y la actividad ganadera, exclusión definitiva de la fiesta del toro y costumbre. Esto produjo la sustitución progresiva de los alanos por otras razas importadas, en la mayor de las veces de una manera injustificada. Años después, se llega incluso a especular sobre la posible desaparición de los alanos, puesto que su última aparición publica se produce en Madrid, en el año 1963 (exposición en el parque del Retiro). Pero no habían desaparecido, quedaron algunos resquicios poblacionales en determinadas áreas marginales, de difícil acceso, como son ciertos montes de Cantabria, País Vasco, Burgos, Salamanca… Dichos resquicios de población lograron sobrevivir gracias a sus cualidades funcionales, puesto que para los ganaderos y cazadores de la zona, ajenos a toda moda y con un envidiable sentido de la practicidad, sencillamente no había un animal mejor para esos cometidos que el alano.
Hoy en día, y gracias a la excelente labor de recuperación de algunos profesionales y estamentos públicos, el alano prácticamente, se mantiene inalterado, se trata de un perro de presa medio, fuerte, ágil y muy serio. Especialmente dotado para el manejo de ganado bovino, para la caza mayor y para la guarda. Poco ladrador por naturaleza, muy resistente tanto al dolor como a las enfermedades, suele mostrarse receloso y desconfiado con los extraños y sumiso y muy cariñoso con su dueño y familia.
El alano es un animal lento en su desarrollo, alcanzando su madurez, física y psíquica, sobre los dos años. A partir de ese momento nos encontraremos con un animal poderoso, decidido y muy noble. Como se trata de un perro seleccionado primordialmente por su predisposición al trabajo, existe cierta variedad de «tipos», desde los alanos más ligeros, especialmente dotados para la caza, hasta los más pesados, aptos para la actividad ganadera y la guarda (líneas ganaderas o antiguo perro de toro). Quizás en los últimos tiempos se esté prestando menos atención a estos últimos, en pro de las líneas más acordes para la caza. Tal vez los amantes de este tipo de alano (perro de toro), tengan que plantearse su viabilidad como raza independiente. En 1880 queda prohibida la suerte de «perros al toro» y por este motivo las plazas de toros dejaron de mantener perros.5 Por otra parte, al dejar de practicarse «caza en ronda», se pasa a organizar de otro modo las montería de modo que ya no es interesante que las reses caigan agarradas por los perros, sino que lleguen a los puestos donde está apostado el montero, quien es el que paga el entretenimiento. Por esta circunstancias las rehalas se deshicieran de los alanos que tenían.
Antaño un perro era útil si realizaba alguna tarea, el alano español «dejó de tener trabajo» tras la selección de razas de ganado vacuno más dóciles, así esta raza retrocede a una velocidad vertiginosa hasta su casi completa extinción. Afortunadamente unos pocos individuos permanecieron en la comarca de las Encartaciones y Valle de Mena ligados a los trabajos ganaderos que exigía la ya también escasa población de bovinos de raza Monchina. Estos pocos ejemplares fueron los utilizados en los años ochenta para la recuperación de la raza que hoy vuelve a contar con una extensa población distribuida por todo el territorio español.
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